Comentario
La abundancia de recursos naturales en algunas zonas como en la costa peruana y en la de los Andes meridionales llegó a permitir la existencia de comunidades sedentarias e incluso de tamaño considerable, aunque dependientes de una economía cazadora-recolectora. Pero en Suramérica será la agricultura y concretamente el maíz, de origen mesoamericano, la que sentará las bases del desarrollo cultural conocido como civilizaciones.
Entre el sexto y el primer milenio antes de nuestra era nos encontramos con un período de experimentación agrícola que recibirá diversas denominaciones según las regiones y países. Una de esas denominaciones, Pre-cerámico, es significativa, porque derriba la vieja idea tradicional de una Revolución neolítica, como se denomina en el viejo mundo, en la que la aparición de la agricultura y la cerámica se daban conjuntamente. La domesticación y expansión de las plantas fue un difícil y largo proceso que además en Suramérica contempla la existencia de cultígenos exclusivos como la papa (Solanum tuberosum), la quinoa (Chenopodium quinoa) o la mandioca (Manihot utilissima) y con otros comunes con Norteamérica, como el maíz.
Otro factor particular en América del Sur fue la domesticación de animales, ya que en la región andina llegaron a tener una considerable importancia económica animales como la llama, la alpaca o el cuy (conejillo de indias), pudiendo hablarse, con propiedad, de ganadería.
A rasgos generales puede afirmarse que durante este período las bandas de cazadores-recolectores van organizándose en comunidades mayores, más o menos sedentarias, pero basadas también en relaciones de parentesco. El maíz no ha hecho aún su aparición y los cultivos son todavía muy locales jugando un papel económico secundario. Todavía se depende en gran medida de la caza, la pesca o la recolección. La cerámica no aparecerá hasta los últimos momentos, siendo generalmente utilitaria para usos cotidianos, manifestándose el arte en otro tipo de objetos y materiales, de difícil conservación, como la cestería, los tejidos, las calabazas o el adorno corporal.
Este largo período cultural no es contemporáneo en todo el continente y es además muy desigualmente conocido, confundiéndose en algunas áreas con los períodos formativos o de completa dependencia de la agricultura. En la Amazonía, por ejemplo, este estadio de agricultores incipientes puede prolongarse hasta el 500 d. C., y en otras áreas como el Chaco, Este de Brasil o márgenes de la cuenca amazónica, este modelo cultural de agricultores incipientes se ha mantenido de algún modo hasta hoy.
Tal vez sea en el área peruana donde mejor se conoce este período de transición. Uno de los yacimientos arqueológicos más antiguos es Chilca, a unos 65 km al sur de Lima, y a unos 3 km del mar. Los hombres de Chilca vivían en pequeñas chozas de planta circular hechas de caña y dispuestas de forma irregular. Su economía era mixta, basada sobre todo en la pesca pero también en la recolección de mariscos y en la caza del lobo marino, y se practicó también una agricultura experimental de pallares (Phunatus) y calabazas. Se han encontrado entierros en el interior de las viviendas y también fardos funerarios en los que los huesos estaban quemados parcialmente y mezclados con otros huesos humanos o de mamíferos marinos, todo ello bajo una capa de ceniza.
Entre 2500 y 1300 a. C. se extiende por toda la costa peruana esa modalidad de economía mixta, apareciendo numerosas aldeas sedentarias, cercanas al mar y también a las fuentes de agua dulce. Es el tipo de economía y de asentamiento que se denomina de horticultores aldeanos. Su base económica fue la recolección de mariscos, la caza de mamíferos marinos y la pesca. Entre las plantas cultivadas, varias formas de calabaza (Cucurbita y Lagenaria) y el pallar, el ají, el algodón, el fríjol y la jíquima, así como algunos frutales. Aunque no se conocen los métodos de cultivo, se sospecha que debieron aprovecharse las áreas humedecidas por los ríos o por las aguas subterráneas provenientes de la sierra, ya que no hay evidencias de irrigación. Hay que destacar que el consumo de plantas tenía en estos momentos un carácter muy secundario, siendo un complemento de la dieta que giraba en torno a los productos marinos.
El utillaje debió de estar compuesto principalmente por platos y vasos de calabaza lagenaria, y también de hueso de ballena y de cestos de varios tipos. Se han encontrado algunos metales (piedras de moler) en forma de platos de piedra pulida.
En estos momentos tempranos empiezan a manifestarse los indicios de lo que podría denominarse arquitectura, ya que además de las viviendas, de variadas formas, aparecen restos de edificios comunales o ceremoniales, que muestran algún sistema de planificación previo. Y comienzan a hacer su aparición las primeras estructuras tendentes a la forma piramidal.